lunes, 11 de junio de 2012

                                                       





                                                           el amor verdadero



Enamorarse es un estado emocional de alegría y felicidad que sentimos cuando nos encontramos fuertemente atraídos por otra persona, a la que idealizamos y le atribuimos toda una serie de cualidades que en la mayoría de los casos magnificamos.
En cada persona el enamoramiento surge por causas diferentes y específicas. Vemos en esa persona a un ser encantador que nos cautiva por una serie de cualidades que nos gustan y nos atraen, su manera de ser, comportarse, moverse, belleza, inteligencia, etc. Incluso a veces no encontramos una causa objetiva y concreta que justifique los sentimientos que experimentamos.
Cuando la persona enamorada es correspondida, siente un deseo irresistible de estar con la otra persona, de conocerla y de ahondar en su vida. Pero cuando esto no es así y el enamorado no es correspondido, experimenta un sentimiento de tristeza y frustración que tendrá que ir superando para salir de este estado.






aprender a amar


La capacidad de amar es resultado del desarrollo afectivo del ser humano durante los primeros años de su vida. El desarrollo afectivo es un proceso continuo y secuencial, desde la infancia hasta la edad adulta.

La madurez afectiva es un largo proceso por el que el ser humano se prepara para la comunicación íntima y personal con sus semejantes como un Yo único e irrepetible; y que debe desencadenarse al primer contacto del niño con el adulto perpetuándose a lo largo de su existencia.

A pesar de que el hombre fue creado por Dios con una capacidad innata para amar, el crecimiento y la vivencia del amor se realiza a través de la experiencia que el hombre va adquiriendo a lo largo de toda su vida. En el contexto individual de cada persona, esta experiencia se ubica en su familia.

En la familia es donde se hace posible el amor, el amor sin condiciones; los padres que inician la familia con una promesa de amor quieren a sus hijos porque son sus hijos, no en razón de sus cualidades. “La familia es un centro de intimidad y apertura”. Es en el seno familiar donde cultivamos lo humano del hombre, que es el enseñarlo a pensar, a profundizar, a reflexionar. Es en el ámbito de la familia donde el hombre aprende el cultivo de las virtudes, el respeto que es el guardián del amor, la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc. La familia nos invita a ser creativos en el cultivo de la inteligencia, la voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad preparados e íntegros. El amor de la familia debe trasmitirse a la sociedad.

La familia es el primer ambiente vital que encuentra el hombre al venir a este mundo y su experiencia es decisiva para siempre.
La familia, dice Juan Pablo II, es la primera y más importante escuela de amor. “La grandeza y la responsabilidad de la familia están en ser la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente en donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios”.

Todo se relaciona con el misterio del Padre que nos ha creado por amor y para que amemos. Nos ha hecho a su imagen y semejanza, todos somos hijos suyos iguales en dignidad. Para revelarnos su paternidad de amor “nos hace nacer del amor” de un hombre y de una mujer e instituye la familia; ella es el lugar del amor y de la vida, o dicho de una mejor manera: “el lugar donde el amor engendra la vida”.

Amor conyugal, modelo de amor para los hijos.

“La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad, como comunidad de amor encuentra en el don de sí misma la ley que le rige y le hace crecer. El don de sí que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad representan la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad”

Alguien dijo que “se puede procrear fuera de la familia, pero sólo en familia se puede educar”, y educar para amar sólo se puede en el ámbito de la familia: amando. El ejemplo es el mejor método para educar; hay una frase que dice “Lo que eres habla tan fuerte, que no oigo lo que me dices”. Qué nos ganamos con decir, o pretender demostrar, amor a nuestros hijos, lo que importa es lo que ellos ven en la forma como tratamos a nuestro cónyuge.

Tenemos que entender claramente que no hay nada que eduque más y mejor a los hijos que el ejemplo de amor que ven en sus padres como pareja. Para realmente poder amar a nuestros hijos tenemos primero que amar a nuestro cónyuge.

El amor, factor de desarrollo de los hijos

El otro aspecto fundamental de la influencia del amor, dentro de la familia lo encontramos en el desarrollo de la persona, más particularmente, de los hijos.
Cada familia, aun sin pretenderlo crea un ambiente (de amor o de despego y egoísmo, de rigidez o de ternura, de orden o de anarquía, de trabajo o de pereza, de ostentación o de sencillez, etc.) que influye en todos sus miembros, pero especialmente en los niños y en los más jóvenes.







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